martes, 27 de enero de 2009

Pronóstico del tiempo.



Intento ser autosuficiente, de léxico de humo y café, y si hay que nombrarlo de modo diré que le amo por llamarlo así. Y si mi pandemia es su dolor de cabeza le invito a tomar un trago conmigo. Pero no puedo ser libre con mi dependencia pegada a la muñeca como pulsera marcado los segundos.

Y si usted se columpia entre mis sensaciones que puedo hacer yo para dejarle de pensar. Mis pensamientos libertinos hacen revuelcos en sus vestiduras peor que el aroma cínico del tabaco en sus cabellos, ¡ADIÓS AL OTOÑO INMACULADO!, y ¿Qué culpa tiene él de botar los fantasmas del verano?, ¿No es acaso el sordomudo verano el que carboniza las hojas verdes de primavera?

No sé que hago yo escribiéndole, si usted jamás escuchará este texto nudista.

Ojala pudiese improvisarme un beso apasionado, y no tenerle que robar el sueño un día cero de enero. No importa a donde volteé, usted siempre se verá entre el sometimiento del minutero y segundero. Y ahora el vagón del invierno está por partir, no se demore puede costarle la vida.


1* A un año de nuestros incógnitos placeres.

2* Lo poco que queda de mi.

sábado, 3 de enero de 2009

Ella;

Ella, musa de cualquiera, fue mi dama y compañera,

no sé si de verdad existió,

pero tenía esa forma de besarme y doblegarme,

tenía ese cabello que dejaba huellas en la almohada,

esa sonrisa milagrosa que lo curaba todo, sus figuras te enloquecían,

ella, ella, ELLA, nada se comparaba con sus ojos,

y fue su forma de mirarme la que me obligó a matarla,

matarla y mil veces matarla,

nadie se podía resistir, ella, la culpable y la victima.

Ella la que me dejo sus ojos en mi mente.





sábado, 27 de diciembre de 2008

El vistazo del reloj, ¿Qué es decir la hora?



La simpleza de mirar una carátula

descifrando el momento exacto del tiempo,

sin pasado, ni futuro.

Matando así, lo sublime del vivir.

No existe la hora, se volvió piedra,

se convirtió en hielo.

La lectura vana de un instante

completamente efímero, que no es, no fue, ni será.

Y el tiempo se va a cada parpadeo.

martes, 16 de diciembre de 2008

Unos inviernos atrás.


La noche empapada de 7 inviernos atrás, la luna ya parecía estar congelada. Las 8:50pm y yo fuera de casa, en la calle principal del festejo navideño de aquellos recuerdos, todos los lugares de esa vía estaban iluminados, las casas y edificios parpadeaban cesantemente, tan tarde y niños haciendo correr a sus padres tras ellos, las personas no paraban de hablar, en cada esquina, en cada parada se oían murmullos, de vez en cuando un fuego artificial silenciaba lo que dura un suspiro, pero enseguida los ruidos de los carros, lo animales y todo lo “no-mudo” continuaban haciendo una contaminación sonora.

Ese camino destellado y lleno de ecos, olía a un sinfín de aromas, esencias e incluso sabores, unos tras otros en la cera, comerciantes ambulantes con chocolates, semillas, gomitas, incluso algodones de azúcar esos no sólo los vendedores los anunciaban sino que además los niños con el azúcar pintada se veía en los labios, las mejillas, narices, dedos y alguno que otro que no se pudo resistir comérselo de una mordida quedándole por toda la cara el rastro pegajoso de éste. No sólo dulces para los más chicos igualmente vendían comida de todos los tipos, y para toda la gente, los olores era también a pólvora de todos los fuegos artificiales, cuetes y balazos, acompañando a los olores, los ecos y los destellos estaban los colores, impresionantes pues era como un gran desfile de tono y matices, fue bello como para archivarlo al recuerdo.

Daban ya las 9:15pm todo luce exactamente igual a media hora atrás, caminé un poco más por la calle, iba acompañado solamente de mí, hacía tanto frío, que ni el abrigo, ni los guantes o la bufanda lograron apaciguarlo así que entre tantas cosas encontré una banca bajo un árbol hermoso de cerezo, ahí con un frío desorbitado, con las luces, los murmullos, los olores, colores y dentro de la bolsa del abrigo un empaque pequeño de almendras dulces que le compre a un comerciante del otro lado de la cera, metí la mano a uno de mis bolsillos, saqué un tabaco y lo encendí. Todo era muy agraciado, ni siquiera me molestaba el ruido, el frío o esas muy enfadosas resacas del azúcar en mis dedos por culpa de las almendras, veía todo aunque en cierto modo no observaba nada.

Pero, infortunio tuvo mi tabaco, al morir por efecto de una gorda gota de agua que caía justamente del árbol precioso de cerezos.

9:23pm, acto seguido de una gota asesina, empezaron a caer millones de personalidades del cielo, unas muy buenas, bondadosas y otras malas, malvadas.

Bajo aquel cerezo, yo. Arriba del cerezo cientos de gotas trabajadoras, despertando al grandioso árbol, provocando un aroma exquisito, luego a lo no muy lejos alcance a ver una gota bondadosa limpiando el algodón de la cara de un niño, unas malvadas destruyendo los olores y las mercancías de los comerciantes, yo sólo observaba todo a mi alrededor, cada gota me distraía, y es qué eran tantas.

Santa, había adoptado tantas gotas como su traje se lo permitió, incluso algunas en conjunto caían al suelo devastadas, mientras el gordinflón ese corría de una lado a otro buscando un refugio con las barbas y el gorro navideño deshechos, en cambio Jesús, desde su cuna, derramaba lágrimas el inmóvil, pues su posición boca arriba lo obligaba.

9:41pm a esta hora parecían las gotas ganar la batalla, mientras otras tantas por todos lados y otras por allá se suicidaban, cayendo desde edificios y casas a las canaletas que seguro el sol evaporaría la próxima vez que saliera, u otras que se abatían hasta el suelo arrastrándose junto a una marcha con otras millones de gotas que venían de más atrás trasformándose así en un escandaloso riachuelo bañando ceras, zapatos de personas, pasto, y todo a su paso.

Yo sin nada por hacer, con el abrigo empapado, vi el tiempo correr, el odioso festejo navideño, la verdad no sé que hago aquí, pero 9:58pm y congestionado el transito, el cerezo y yo, yo ya pronto me iré, el cerezo no sé.






martes, 7 de octubre de 2008

EntijuanARTE 08.


Proyecto cultural de Tijuana B. C. México.
EntijuanARTE 08.

Una unión, de armonía, cultura, espíritu, y todo lo que conlleva al arte.
en el Centro Cultural de Tijuana. CECUT.

http://www.cecut.gob.mx/


sábado, 4 de octubre de 2008

La leyenda de la lámpara.

Hasafar, genio de la lámpara.



Una atracción mística, la luna en Júpiter, un desierto cruel, sol al oeste, un diamante, un hombre.
Hasafar el príncipe del infierno enfermo de hurto que se nutre de fumar opio, surge en su interior una metamorfosis, con la capacidad de trasformar todo en oro. Se mofa de su letargo y lanza fuego al aíre.
Idolatra la musa vestida de piedra, y con culebras en la cabeza, Medusa lo seduce, Medusa lo consigue.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Los ciclos del humo.


Una noche de tanto frío, sentada frente a la ventana observando a las nubes llorar y en la esquina del marco una taza extra grande de café, ese café era un colombiano buenísimo;
Las noches así me recuerdan a los abrazos de mi abuela, aquellos días de invierno cuando nada parecía tener problemas.
Mis nervios se despiertan haciendo
sudar a mis manos y por mis piernas unos escalofríos pasear, recorro mis manos por entre mis brazos hasta llegar a los bolsillos rasgados por los años de ese abrigo que me queda grande y descubro una muy antigua caja , donde en la infancia solía guardar las flores secas del jardín, ahí nacieron mis primeros olores, esos pétalos que rosaba en mis labios, eran roces de terciopelo, era flores de cerezo, amapolas y aubrecias.
Fui creciendo y con ello dejé atrás mis pétalos junto a mis escasos recuerdos, llego mi martirio, mi adolecer y mi personalidad. Yo escogí tocar esos tabacos, me cautivaron, me recodaron los pétalos, tomé esos recuerdos prestados a mi infancia y comparé sensaciones, parecían
mis labios descubrir esa sensación terciopelo olvidada, cogí el fuego de mi extrema juventud y encendí mis placeres.
Por que ese tabaco me enseño que los placeres se viven de todas las maneras; me
acabé hasta el último respiro, fue demasiado humo para mí en ese día, pues lo máximo de humo que antes había inhalado quizá fue el incienso que mi madre puso años atrás en una simpática madera con forma curva-recta, incluso que parecía esa tablilla sonreír, y por cierto un olor delicioso a vainilla.
Así paso un tiempo, justo después que tomé el gusto por la literatura y la escritura, retomé un tabaco, lo fumé entre palabras, entre versos y prosa.
Nublada poesía bella, pues el humo leer bien, no me dejaba; ese sabor tan exquisito, una delicia, un bocado de aíre contaminado, bendito sea el furor de esa danza de cenizas entre las páginas de mi libro. Ésta vez no desea dejarlo nunca más, pensaba: -Serás siempre mío- mientras soltaba la bocanada, y las palabras se me entremezclaban con la niebla.
Continuó
así su ciclo, de cautivarme y de yo ser su fiel hechicera, matarlo diario y revivir mi aferrado amor con el fuego adicto de su causa, el exceso.
Todo así
fue, hasta conocer un nuevo vicio, un hombre de nombre Mohammed, que su carne se volvió droga para mi enferma necesidad de amar algo, amar al tabaco, a un hombre, a la vida, o al amor mismo. Y primero dejé al tabaco, después dejé al hombre, luego a la vida, pero al amor nunca.
Y ahora que no vivo de vida sino de amor, en este día lluvioso, me consumo en mis recuerdos tardíos, y hago del tabaco algo más que fumar, sino guardar en mi cajita los ciclos del humo.
Ciclos que son estructuras de la vida, y que forman castillos de momentos que nunca olvidaré, así saque el único tabaco viejo
de mi cofrésito, y lo olí, lo sentí, lo saboree y lo fundí en mi garganta.
Ahora esa tabaquerita, no está más, olvidada en el abrigo, la conservo vieja y pulida en mis memorias.




Y bueno para los que se gastan la vida humeando, les presento estadísticas
.
El tabaquismo reduce la vida, se calcula:
3 años por cada 10 cigarrillos diarios.
6 años por cada 20 cigarrillos diarios.
8 años por dos cajetillas diarias.

¿Cuánto es que fumas tú, diario?